Marcos 3:5 . Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones….”
Proverbios 22:24-25
Fu extraño para mi encontrar este versículo en la serie de
mensajes expositivos que estamos dando en los Evangelios. Hay dos palabras aquí
que se unen a la reacción de Cristo ante una situación donde su Deidad estaba
siendo puesta en duda por los líderes religiosos y la falta de misericordia por
el legalismo estaba siendo manifestada. Jesús se sintió “enojado” y “triste”. Nos
parece extraño que esas dos palabras puedan relacionarse con Cristo.
Si buscamos dichos términos en una concordancia “enojo” y “tristeza”
pronto descubriremos algunos principios básicos:
- 1. La Biblia no muestra que estos sentimientos por si solos sean pecados, Cristo era perfecto, El nunca pecó.
- 2. La razón por la que uno se entristece o se enoja muestra lo que hay en su corazón y por qué se indigna, si por motivos justos o por motivos injustos. Eso determina el carácter y el tipo de persona que es.
- 3. La “duración” de ese sentimiento muestra si tenemos control sobre nuestro sentimiento o no. Si dejamos que esos sentimientos nos controlen y no los dominamos entonces hay un problema donde el sentimiento es mayor que nuestra capacitación espiritual y nuestro control de la voluntad.
- 4. “El objetivo” de nuestro enojo (lo que lo ha motivado) y nuestra acción o respuesta hacia ese objetivo (la persona o la injusticia) muestra que tipo de corazón tenemos.
- 5. La “respuesta” de nuestra tristeza muestra si esta nos controla en base a la frustración a la ansiedad, la ira o es el resultado de un amor genuino que ha sido herido.
- 6. Una persona que se encuentre “enojada y triste” no quiere decir iso facto que sea poco espiritual o se deje llevar por su carnalidad, de la misma manera lo que aquí estamos exponiendo no es excusa para que una persona carnal encuentre una excusa para justificar su enojo o su tristeza depresiva causada por no salirse con la suya.
Cuando pensamos “que haría Jesús” podemos decir que la opción
de “tomar un látigo” entra dentro de las posibilidades. Alguna veces mostrar
nuestro enojo entra dentro de las posibilidades espirituales de un hombre de
Dios. Pablo fue un hombre de conflicto. Vivió asumido en conflicto y seguido
por conflictos. Llamó “hipócrita” al apóstol Pedro y lo confrontó por su
disimulación (Gálatas 2:13), a Ananías le llamó “pared enblanqueada” “insultándole” (Hechos 23:1-5) (a pesar de
tener la razón pidió perdón por que atacó lo que aquel hombre representaba),
habló mal de otros diciendo que Demás lo había abandonado amando más a este mundo (II Timoteo 4:10), de Alejandro el
caldero que la había hecho mucho mal (I Tim. 1:20, II Tim. 4:14) y en los
momentos de su prisión se sentía que todos le habían abandonado (II Tim. 4:11)
Estaba triste. Era un hombre enojado y triste. ¿Pero quién de nosotros se
atreve a decir que no fue un hombre bajo la influencia y poder del Espíritu
Santo? ¿Quién de nosotros está a su altura espiritual y a la altura que Dios le
usó?
Algunos no tienen sangre en sus venas sino horchata. Creen
que ser “espiritual” es seguir la filosofía budista de “harmonía con el
universo” de “no confrontación´´ olvidan que la verdad y la libertad no es un
derecho dado gratuitamente, muchas veces es recibida mediante la lucha y el
conflicto, ha de ser defendida y protegida y eso implica muchas veces el
sufrimiento de la confrontación. Las grandes verdades doctrinales que hoy
creemos tuvieron que ser defendidas en concilios donde la herejía y el error fueron
expuestos y denunciados, el pecado tiene que ser expuesto y denunciado, la
actividad de la iglesia es ser sal y luz, los hermanos que andan
desordenadamente deben ser llamados al orden, el pecado tiene que ser frenado
en la iglesia. La permisividad que sacrifica lo que es correcto para mantener
un ambiente tranquilo termina produciendo aún más conflicto. Hacer lo que es bíblicamente
correcto sin duda alguna producirá
“enojo y tristeza.” Evadir el conflicto
en esos casos no es muestra de espiritualidad sino de la permisividad pasiva
que hace más mal que bien.
“el enojo y la tristeza” son dos sentimientos, dos estados
del alma, que no siempre son necesariamente pecado. Creo que son la respuesta
de nuestro espíritu ante las situaciones de injusticia, calamidad, dolor y
frustración. Cristo no pecó cuando tuvo este sentir. Su enojo provenía de la
santidad de su ser, su tristeza era el pesar de un corazón que amaba como
ningún otro corazón había amado.
La Biblia nos exhorta a que “no se ponga el sol sobre nuestro enojo.” (Efesios
4:6). La Biblia nos exhorta a que no demos lugar a la venganza –enojo descontrolado
que busca la destrucción del adversario- (Romanos 12:19 ) la Biblia nos exhorta
a que saquemos de nosotros el “enojo” (Efesios 4:31) y en este contextos es el
enojo producido por el pecado no por la justicia. Cualquier conflicto en la
vida produce reacciones y siguiendo el principio de la física “una reacción
produce otra reacción de igual fuerza pero en dirección contraía a la primera
reacción.” En esto se basa el péndulo de Newton. Pero nuestras reacciones no pueden ser
descontroladas. Nuestras respuestas ante un conflicto requieren verdadera
humildad y mantener nuestras emociones bajo el control del Espíritu Santo.
Debemos mantener nuestros sentimientos bajo la guía firme de la Palabra de
Dios, porque muchas veces una “respuesta controlada” producirá más bien y
ayudará más en la resolución de un conflicto que una “reacción emocional”
totalmente descontrolada. Las personas que no controlan sus emociones muchas
veces son las que causan más mal o son incapaces de resolver un conflicto. (Proverbios
16:32)
Cristo fue sin duda alguna un hombre emotivo. Lloró cuando
su mejor amigo murió, lloró viendo la ciudad de Jerusalén que le había
rechazado, se compadeció de las multitudes al ver su necesidad, se entristeció
al ver las falsas acusaciones por parte de los fariseos y su falta de misericordia,
se entristeció en Getsemaní al punto de la agonía, se enojó ante la hipocresía
de los líderes religiosos, tomó un látigo para limpiar la casa de su padre… y
en todo ello no pecó.
Quiera Dios darnos la sabiduría necesaria para guiar y
controlar nuestro espíritu, nuestras emociones y sentimientos. Quiera el Señor
guiarnos a resolver conflictos de una manera correcta, guiados por el Espíritu
Santo, que nuestras acciones no sean reacciones sino respuestas genuinas de
nuestra alma intentando buscar el bien de los demás, la predicación del
Evangelio y la defensa de la verdad. Aquello que nos entristece o enoja define
lo que somos. Se conoce a un hombre más por sus enemigos que por sus amigos,
así que podemos decir que aquello por lo cual luchamos es lo que determina en
que bando de la verdad estamos. Toma sabiduría, toma el poder de una vida
controlada por el Espíritu Santo hacer lo que es correcto. Así que la próxima
vez que tengas un sentimiento de enojo y tristeza, pregúntate a ti mismo ¿estoy
haciendo lo que haría Jesús?
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