martes, 2 de junio de 2015

EL ENOJO Y LA TRISTEZA



Marcos 3:5 . Entonces, mirándolos alrededor con enojo,  entristecido por la dureza de sus corazones….”

Proverbios 22:24-25

Fu extraño para mi encontrar este versículo en la serie de mensajes expositivos que estamos dando en los Evangelios. Hay dos palabras aquí que se unen a la reacción de Cristo ante una situación donde su Deidad estaba siendo puesta en duda por los líderes religiosos y la falta de misericordia por el legalismo estaba siendo manifestada. Jesús se sintió “enojado” y “triste”. Nos parece extraño que esas dos palabras puedan relacionarse con Cristo.
Si buscamos dichos términos en una concordancia “enojo” y “tristeza” pronto descubriremos algunos principios básicos:
  • 1.       La Biblia no muestra que estos sentimientos por si solos sean pecados, Cristo era perfecto, El nunca pecó.
  • 2.       La razón por la que uno se entristece o se enoja muestra lo que hay en su corazón y por qué se indigna, si por motivos justos o por motivos injustos. Eso determina el carácter y el tipo de persona que es.
  • 3.       La “duración” de ese sentimiento muestra si tenemos control sobre nuestro sentimiento o no. Si dejamos que esos sentimientos nos controlen y no los dominamos entonces hay un problema donde el sentimiento es mayor que nuestra capacitación espiritual y nuestro control de la voluntad.
  • 4.       “El objetivo” de nuestro enojo (lo que lo ha motivado) y nuestra acción o respuesta hacia ese objetivo (la persona o la injusticia) muestra que tipo de corazón tenemos.
  • 5.       La “respuesta” de nuestra tristeza muestra si esta nos controla en base a la frustración a la ansiedad, la ira o es el resultado de un amor genuino que ha sido herido.
  • 6.       Una persona que se encuentre “enojada y triste” no quiere decir iso facto que sea poco espiritual o se deje llevar por su carnalidad, de la misma manera lo que aquí estamos exponiendo no es excusa para que una persona carnal encuentre una excusa para justificar su enojo o su tristeza depresiva causada por no salirse con la suya.

Cuando pensamos “que haría Jesús” podemos decir que la opción de “tomar un látigo” entra dentro de las posibilidades. Alguna veces mostrar nuestro enojo entra dentro de las posibilidades espirituales de un hombre de Dios. Pablo fue un hombre de conflicto. Vivió asumido en conflicto y seguido por conflictos. Llamó “hipócrita” al apóstol Pedro y lo confrontó por su disimulación (Gálatas 2:13), a Ananías le llamó “pared enblanqueada”  “insultándole” (Hechos 23:1-5) (a pesar de tener la razón pidió perdón por que atacó lo que aquel hombre representaba), habló mal de otros diciendo que Demás lo había abandonado amando más a  este mundo (II Timoteo 4:10), de Alejandro el caldero que la había hecho mucho mal (I Tim. 1:20, II Tim. 4:14) y en los momentos de su prisión se sentía que todos le habían abandonado (II Tim. 4:11) Estaba triste. Era un hombre enojado y triste. ¿Pero quién de nosotros se atreve a decir que no fue un hombre bajo la influencia y poder del Espíritu Santo? ¿Quién de nosotros está a su altura espiritual y a la altura que Dios le usó?
Algunos no tienen sangre en sus venas sino horchata. Creen que ser “espiritual” es seguir la filosofía budista de “harmonía con el universo” de “no confrontación´´ olvidan que la verdad y la libertad no es un derecho dado gratuitamente, muchas veces es recibida mediante la lucha y el conflicto, ha de ser defendida y protegida y eso implica muchas veces el sufrimiento de la confrontación. Las grandes verdades doctrinales que hoy creemos tuvieron que ser defendidas en concilios donde la herejía y el error fueron expuestos y denunciados, el pecado tiene que ser expuesto y denunciado, la actividad de la iglesia es ser sal y luz, los hermanos que andan desordenadamente deben ser llamados al orden, el pecado tiene que ser frenado en la iglesia. La permisividad que sacrifica lo que es correcto para mantener un ambiente tranquilo termina produciendo aún más conflicto. Hacer lo que es bíblicamente correcto  sin duda alguna producirá “enojo y tristeza.”  Evadir el conflicto en esos casos no es muestra de espiritualidad sino de la permisividad pasiva que hace más mal que bien.
“el enojo y la tristeza” son dos sentimientos, dos estados del alma, que no siempre son necesariamente pecado. Creo que son la respuesta de nuestro espíritu ante las situaciones de injusticia, calamidad, dolor y frustración. Cristo no pecó cuando tuvo este sentir. Su enojo provenía de la santidad de su ser, su tristeza era el pesar de un corazón que amaba como ningún otro corazón había amado.
La Biblia nos exhorta a  que “no se ponga el sol sobre nuestro enojo.” (Efesios 4:6). La Biblia nos exhorta a que no demos lugar a la venganza –enojo descontrolado que busca la destrucción del adversario- (Romanos 12:19 ) la Biblia nos exhorta a que saquemos de nosotros el “enojo” (Efesios 4:31) y en este contextos es el enojo producido por el pecado no por la justicia. Cualquier conflicto en la vida produce reacciones y siguiendo el principio de la física “una reacción produce otra reacción de igual fuerza pero en dirección contraía a la primera reacción.” En esto se basa el péndulo de Newton.  Pero nuestras reacciones no pueden ser descontroladas. Nuestras respuestas ante un conflicto requieren verdadera humildad y mantener nuestras emociones bajo el control del Espíritu Santo. Debemos mantener nuestros sentimientos bajo la guía firme de la Palabra de Dios, porque muchas veces una “respuesta controlada” producirá más bien y ayudará más en la resolución de un conflicto que una “reacción emocional” totalmente descontrolada. Las personas que no controlan sus emociones muchas veces son las que causan más mal o son incapaces de resolver un conflicto. (Proverbios 16:32)
Cristo fue sin duda alguna un hombre emotivo. Lloró cuando su mejor amigo murió, lloró viendo la ciudad de Jerusalén que le había rechazado, se compadeció de las multitudes al ver su necesidad, se entristeció al ver las falsas acusaciones por parte de los fariseos y su falta de misericordia, se entristeció en Getsemaní al punto de la agonía, se enojó ante la hipocresía de los líderes religiosos, tomó un látigo para limpiar la casa de su padre… y en todo ello no pecó.
Quiera Dios darnos la sabiduría necesaria para guiar y controlar nuestro espíritu, nuestras emociones y sentimientos. Quiera el Señor guiarnos a resolver conflictos de una manera correcta, guiados por el Espíritu Santo, que nuestras acciones no sean reacciones sino respuestas genuinas de nuestra alma intentando buscar el bien de los demás, la predicación del Evangelio y la defensa de la verdad. Aquello que nos entristece o enoja define lo que somos. Se conoce a un hombre más por sus enemigos que por sus amigos, así que podemos decir que aquello por lo cual luchamos es lo que determina en que bando de la verdad estamos. Toma sabiduría, toma el poder de una vida controlada por el Espíritu Santo hacer lo que es correcto. Así que la próxima vez que tengas un sentimiento de enojo y tristeza, pregúntate a ti mismo ¿estoy haciendo lo que haría Jesús?


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