“IT sounds Greek to me” es una expresión idiomática inglesa
usada para referirse a algo que nos es totalmente desconocido. De hecho no hay
nada más enigmático que la pronunciación exacta de un idioma extranjero para
nosotros. Los lingüistas debaten hoy en día como sonaba el “egipcio antiguo”
como sonaba faraón y sus vasallos… la dificultad de la pronunciación en lo que
llamamos lenguas muertas es de difícil solución, lo es aún de las que están “vivas”
ya que continuamente se transforman y la etimología de las palabras puede
llegar a ser un verdadero caos del conocimiento. Más de una vez me he
encontrado a mí mismo jugando al “cazador de voces” intentando adivinar de que
procedencia es cierta persona por su manera de pronunciar el Castellano (idioma
original de Castilla que a veces mal referimos como “español”), el Catalán, o
el Inglés. Jugar al cazador de voces es divertido y da ocasión para buenas
conversaciones con recién-conocidos… pero cuando abro mi Nuevo Testamento en
griego y tengo que leerlo, infinidad de dudas vienen a mi cabeza de cómo
debería “sonar.” Estoy seguro que no estoy sólo en el
conflicto, y más si has tomado griego bajo un profesor de habla Inglesa y
palabras como “logos” sonaban a “lagass...” sin deseo de menospreciar a mis
queridos hermanos y profesores de este idioma Schekesperiano, pero la realidad
es su pronunciación no ayuda a resolver la duda.
Puedo decir que tuve un gran privilegio de tomar mis cursos
de griego en el seminario bajo un erudito de esta lengua, el Dr. Othoniel Talmage
Spence, quien a su vez había sido estudiante del conocido Keneth West. Dr.
Spence había dedicado parte de su carrera a recuperar palabras griegas del
nuevo Testamento koiné que aparecían en tumbas, monumentos, o pergaminos. Fue
él quien me hizo valorar la importancia del estudio de las lenguas originales
de la Biblia. Sus clases también me introdujeron a la realidad de que la confusión
de la pronunciación hoy en día del
Griego es debida en parte a la multitud de sistemas de pronunciación modernos.
Sólo hace falta escuchar como un matemático pronuncia cada letra del alfabeto
griego, o como lo hace un estudiosos de la literatura clásica, o como se
pronuncia en los seminarios de teología modernos.
La pronunciación de griego histórico ha sido uno de esos
debates “santos” entre los estudiosos de las Escrituras desde Erasmo (1533).
Resumiendo podríamos decir que básicamente hay tres escuelas diferentes de
pronunciación, la del periodo clásico, el periodo Bizantino y la escuela
moderna. La conquista de Alejandro el Grande terminaría con el periodo clásico.
El Griego se había convertido en la lengua mundial, como hoy lo es el inglés, y
al igual que este idioma anglosajón, pronto el griego pasaría a ser algo muy
diferente de sus orígenes clásicos. El griego perdería son tonalidades
distintivas, y muchos de sus fonemas se convertirían en irreconocibles para los
antiguos filósofos de Atenas. Las tragedias y comedias de los literatos griegos
tendrían una sería dificultad para hacer que sus rimas rimaran pues la nueva
pronunciación las hacia desastrosas.
A mediados del siglo quince los Turcos invadirían Grecia
convirtiendo a los helenistas en refugiados en muchas de las regiones
colindantes. No sabemos si fue esta la razón por la que en este siglo se
reavivó el interés por los clásicos griegos. La realidad es que ahora aquellos
deportados se convertirían en embajadores de su lengua y cultura. No es de
extrañarnos que los reformadores insistieran en la importancia del Nuevo
Testamento Griego como autoridad suprema e indiscutible herramienta de
cualquier debate teológico, aún por encima de las versiones latinas corruptas y
mal traducidas. El renacimiento buscó las fuentes del conocimiento en el mundo
griego. “Ad fontes” era el moto del momento significando que debería irse a las
fuentes para alcanzar una verdadera educación en la cultura literaria, y eso
quería decir conocer los clásicos griegos.
Así que mientras Europa aprendía el Griego leyendo el Nuevo
Testamento y los clásicos, la elección
por el texto Byzantino y su pronunciación aportada por los refugiados fue la
elección natural. Esa pronunciación es muy similar a la pronunciación de
nuestros días en la Grecia moderna. Martín Lutero enfatizó grandemente el
aprendizaje de las lenguas originales llegando a decir que la dispersión
acontecida como resultado de las conquistas Turcas había significado una
bendición para la iglesia, ya que de otro modo “hubiéramos perdido el contacto
con nuestras escrituras originales que unen a la iglesia.” Llegó a argumentar
que sería un acto de desagradecimiento rechazar el idioma de nuestra fe cuando
Dios había permitido que este estuviera a nuestro alcance de una forma tan asequible.
Así que la iglesia Protestante hablaba en Griego a diferencia de la católica
que seguía manteniendo el Latín como la lengua eclesiástica.
Pero no fue hasta Erasmo que el tema de la pronunciación se
convirtió en un verdadero problema. Fue él el culpable de levantar la perdiz
cuando empezó a discutir de qué forma debería pronunciarse el griego. Utilizando algunas pruebas históricas, tales
como los errores gramaticales, las transliteraciones, ritmos, y onomatopeyas,
concluyó que el Griego Clásico tenía de hecho una pronunciación muy diferente
al griego Bizantino. Pronto se levantó
un movimiento que intentaba volver a las fuentes de la pronunciación, a volver
a leer el griego como realmente debería sonar. Este movimiento que parecía no
tener importancia se fortificó en Inglaterra. Haciendo una larga historia corta
diremos que ya en el siglo XIX la pronunciación Erasmiana se convirtió en la
pronunciación predominante y sigue siendo la forma predominante hasta nuestros
días.
No es de extrañar que uno de mis compañeros de universidad
originario de Grecia se sintiera frustrado ante la lectura del “Textus Receptus”
en esa pronunciación que dejaba a un lado la pronunciación del griego actual
para centrarse en cómo debería sonar “cada letra” en vez de cada palabra. Pasé
tiempo con un lingüista Griego que me enseñó a pronunciar el texto Bíblico tal
como lo harían hoy en día, bien diferente a la lectura ofrecida en muchas
páginas de internet donde se oye en mp3 lecturas del griego con acento inglés. La pronunciación Ática propuesta por Erasmo ha
sido dejada a un lado por una pronunciación de erudición Bíblica que muchas
veces proviene de la pronunciación del mismo latín. El problema revierte al darnos cuenta que
también el Latín tiene una pronunciación especial muchas veces ignorada. La
mayoría de los españoles que leen el Latín lo leen utilizando la pronunciación española.
Es decir leen gemo o gigno con sonido fuerte de la jota, centum cito, con sónico suave de zeta y
así leen también “Zesar, Zelum, milizia, etc”.
Pero la pronunciación Romana, propia sobre todo de centros eclesiásticos
(seminarios, Iglesias, etc) pronunciaría la “g” como una “y” la “c” como si se
tratara de una ch (ejem. Caesar se
convierte en Chesar”, el grupo “gn” como si fuera una ñ (regnum como reñum, etc). Sin
embargo la pronunciación clásica del latín variaría de esta última. Las
noticias de los gramáticos antiguos, el testimonio de las inscripciones, las
lenguas romances, etc nos permiten conocer con bastante exactitud la verdadera
pronunciación del latín en época clásica. Y ésta es la única pronunciación
científica que tiene en su favor, aparte otros muchos argumentos, uno por si
sólo definitivo: la verdad histórica.
Las características esenciales de eta pronunciación respecto
a sus diferencias más notables con la española, son las siguiente:
·
La c
tiene siempre sonido fuerte de k, sea cual sea la vocal que le siga: centum,
circum, /ketum/ /kirkum/
·
La g
tiene siempre sonido suave, como en gato: gemo /guemo/, Regina /reguina/
·
El grupo ll
se pronunciaba siempre como dos eles: bella /bel-la/
·
En qu
y gu siempre la u, questus /kuestus
·
La t
conservaba ante cualquier vocal su sonido: militia /militia/
·
Los grupos ch,
ph, th se leían en las palabras procedentes del griego, como c, p, t,
seguidas de una leve aspiracón; pero pronto pasaron a pronunciarse como las
simples c, p, t
·
La z
equivalía al sonido ds: zona /dsona
·
La x
equivalía a ks, exercitus /ekserkitus
Así pues, aplicando estas reglas de pronunciación el texto Griego
del Nuevo Testamento conocido como el Texto Recibido, en latín Textus Receptus
debería leerse /textus rekeptus/
Puedo comprender la frustración de uno de mis estudiantes de
griego que se acercó a mi después de una clase verdaderamente molesto acusándome
que yo era el único de los pastores que conocía que decía /textus
rekeptus/ en vez de /Testus Rezeptus/
Ante su indignación sólo pude que sonreír pues por una parte era muy largo
explicarle los motivos y por otra quedaba feo decir que yo lo pronunciaba bien,
tal como mi profesor de Griego me había enseñado, y los demás no…
Nos queda hoy la esperanza de pensar que algún día
volveremos a escuchar el Griego tal como sonaba en el pasado, aunque sea ya en
la eternidad. … la próxima vez hablaremos de cómo se pronuncia el Hebreo…
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